Saturday, October 15, 2016

Comentario-testimonio sobre extraterrestres

Jorge Etcheverry Arcaya

Ya sé con toda seguridad que los extraterrestres no sólo existen, sino que viven entre nosotros. Lo que no me atrevo a afirmar en la misma medida es la existencia de los platillos voladores, aunque hará cosa de unos cinco años vi uno cuando íbamos en auto con un amigo a una reunión cuyo carácter no viene al caso, no habíamos tomado nada y él es muy descreído en todos estos asuntos, aunque tengo la convicción de que es cripto canuto, perdonando la expresión, un neologismo mío que denota a alguien que mantiene en secreto para su círculo de amigos o en situaciones laborales su pertenencia a una iglesia protestante, generalmente de índole pentecostal. La aparición era más o menos típica, tres luces, una roja, una amarilla y una azul o verde, que se destacaban contra la noche naciente formando un triángulo. Se la mostré a mi amigo, que manejaba, y se sonrió desdeñoso, aunque frunciendo un poco más los ojos achinados detrás de las gafas poto de botella, miró, e intentó una explicación con aire desdeñoso “un avión chico, a media altura”, y volvió al volante, descartando el asunto. Pero entonces las luces, que en caso de ser un avión bien podrían haber estado desplazándose arriba, a varios kilómetros por detrás de los edificios crepusculares, le hicieron el quite a una torre nuevecita como de diez pisos que estaban construyendo en la calle Bronson, que era por la que pasábamos y ahí fue que casi chocamos. Porque era claro entonces que se trataba de un objeto rápido, bastante pequeño, de unos tres metros de diámetro, que a no más de unos cincuenta metros de altura, y a una media cuadra, zigzagueaba entre los edificios, y que después nos flanqueó por algunas cuadras, hasta perderse recto hacia arriba en ángulo agudo. Mi amigo tuvo algunos problemas por unos instantes para mantener el volante y los dos guardamos silencio, al menos en ese instante, porque en realidad era obvio, no había nada que decir…Pero si me preguntan la opinión, yo creo que por lo menos algunos discos voladores, o mejor hablemos de OVNIs, o las apariciones que hay sido identificadas como tales, son cámaras de video, o su equivalente, de un futuro en que ya se aplica la tecnología del viaje en el tiempo, que por otro lado en la actualidad está disponible pero es carísima y difícil, además de que lo único que se logra es que desplazan volúmenes infinitesimales por unas décimas de segundo. Los estudiantes graduados de las universidades de ese futuro inconcebiblemente remoto, o a lo mejor incluso los que están empezando y quién te dice los alumnos de secundaria, usan esas máquinas para ver o registrar el pasado, y aprobar cursos, o pasar exámenes de historia, hacer los ensayos que les asignan, qué se yo. En eso estamos de acuerdo con mi amigo, y con otro amigo común que una vez vio en pleno día que un platillo estaba suspendido a un par de metros en la calle Preston. Claro que toma bastante y ahora está involucrado en una verdadera batalla campal por su departamento de un ambiente, cuyo territorio defiende alternativamente contra ratones organizados o contra enanos invasores. Hace tiempo que no nos vemos, pero supe por ahí que estaba escribiendo una nota sobre el último libro de Dan Brown para ver si se la publicaban en el diario comunitario en español de la ciudad, cosa que veo poco probable, aunque a veces publican cosas como mensajes producto del channeling. Cuando llegamos al café donde íbamos a tener una reunión de lectura de poemas y debatíamos si al iniciar la sesión o en algún momento íbamos a revelar esa experiencia de hoy y en qué términos, ya que tenemos que mantener cierta credibilidad, había en una mesa adosada contra un ventanal, el mismo que ostentaba en letras blancas el nombre del local en su parte de arriba, una familia evidentemente de inmigrantes, difíciles de situar, pero evidentemente de algún país de los que se denomina eufemísticamente “tercer mundo”. Los ojos casi amarillos del niño nos miraban con una expresión muy madura y cauta, como la que tienen ciertos niños, la mujer, de rasgos finos, ligeramente acentuados inclinaba la cabeza y nos observaba de reojo, la boca algo torcida en un gesto más bien irónico, conocedor (¿de qué?), mientras el hombre, también de largo cuello pero que sin embargo parecía transmitir fuerza, solidez, nos miraba más abiertamente. Mi amigo, que es bastante corto de vista, no los advirtió, pero a mí se me puso un poco la carne de gallina, con una mezcla de atracción y temor. Pero por supuesto que estas conversaciones no surgen en seco. Yo principalmente tengo que haber tomado un poco. Nadie creyó cuando conté esto en público, que no se trataba de un chiste malo, medio alemán, como decíamos en Chile de los chistes fomes. Dentro de todo formo parte de la intelectualidad. No con mayúscula, pero en fin.... Aunque en el diario latino en que colaboro, que no es el mismo a que refería anteriormente,  a veces escribe un señor que habla con los extraterrestres periódicamente, y le dictan unas cosas llenas de clichés y sumamente rimbombantes. Claro que, como comentamos una vez, si los extraterrestres están empezando a manejar el idioma, como en algún momento nos pasó, o nos pasa, a nosotros, que somos nuevos en estas latitudes, es natural que se comuniquen en las formas más elementales, es decir en el nivel informal inculto, como diría mi ex profesor de lingüística, que en paz descanse.

El hecho de que ese disco volador se hubiera  parado justo en Preston cuando él iba volviendo a su departamento tempranito en la mañana, o que prácticamente nos hubiera seguido cuando íbamos con el otro en auto a la reunión, significaba que en una de éstas tenían interés en nuestras actividades. “Y porqué nó”, decía un chico llegado del otro lado (de Gatineau) del cual no vamos a dar el nombre, “si tuviéramos que creerle a todas esas viejujas, esas niñitas que dicen que se las raptan los aliens y se lo mandan guardar bien guardado, esos fulanos y cabritas que creen que los discos voladores los van a venir a buscar a ellos, las preciosuras, que claro que se iban a estar dando el trabajo de crear la civilización aquí en la tierra hace miles de años para después venir a buscar a esas ricuras, o esa gente que se cree que los ángeles en patota se preocupan hasta de los peos que se tiran para tomarle el olor”, pero ahí interrumpió el obrerista del Méndez-Roca qué se creen, lo que pasa es que toda esa gente, esos sujetos son ciudadanos del Centro Industrializado y Desarrollado, tienen una idea requeteinflada de su importancia, fruto además de esa cosa protestante, de relación personal con Dios, de la privacidad, pero por otro lado sufren además de la alineación puta madre en sus ciudades. Claro que ahí sí que se enredó porque cómo se puede hablar a la vez de la alienación de esos pobres diablos y a la vez decir que tienen una idea inflada de sí mismos. Pero a Méndez-Roca con trago, que se enoja cuando no le ponen el guión entre los apellidos aunque todos sabemos que llegó exilado por comunista, se le va la lógica Aristotélica en collera.

Y no es que no estemos más o menos en el mismo bote. Pero las cosas han cambiado. Una de las últimas veces que estuve en el país que me vio nacer (cómo estamos), me acuerdo que el contacto que teníamos para conseguir mota en un pueblo más o menos grande del sur que no voy a nombrar, me entenderán, era un cabro de la Jota, es decir la juventud comunista, un activista cultural y poeta joven bastante conocido. Un amigo mío que me consta que todavía está en el Partido Socialista de mi país, que no voy a nombrar, así como a mi amigo, no hace mucho que publicó una novela de búsqueda interior, de mensajeros de un más allá no tan sólo físico, que te van a arrebatar paulatinamente de esta vida cotidiana tan fome a un estado superior, quizás a la inmortalidad o a la superconsciencia, a lo mejor una metáfora de un estado más o menos alcanzable, pero en fin, eso para decirles, cómo están las cosas.

Y que todavía a veces le estamos poniendo, le echamos unos cigarritos perdidos, pese a que ya alguna gente de la generación de uno se desploma fulminada de esto o lo otro y están empezando a ralear las filas antes apretadas de las cohortes generacionales, dejándole el lugar a unos jovenzuelos aficionados a la historia. Al menos es lo que nos gustaría creer. Pero hace bastante tiempo que conocí a una señora alemana que era teósofa, trabajaba en un diarito que se publicaba en el sector centro de la ciudad y que me quería legar su cuerpo para que se lo preservara cuando se muriera. No hay que olvidarse que en mi generación los movimientos de la izquierda más radical andaban codo a codo con una cantidad de sectas iniciáticas y cultos nacientes y muchos de nosotros, de manera implícita o explícita, creíamos en la coexistencia en la cabeza, y a veces en el mundo concreto de todos los días, de diferentes espacios, casi tan heterogéneos como los que se encuentran en el mapa abigarrado de nuestra capital del sur, y eso lo hemos tratado de decir o manifestar en unos intentos de formulación literaria hace ya mucho tiempo, pero no había mucho interés, parece.

Pero no nos salgamos del tema, y mientras uno se levanta para ir al baño y el otro trata de atraer la atención de la mesera a la mesa de la terraza, yo saco unos de los dos cigarrillos que me pasó x, cuyo nombre tampoco voy a revelar, y que estaba sentado solo, en una mesita de otro boliche que queda como a dos cuadras por este mismo lado, el Creepy’, donde se lo pasa todo el día tomando café, porque el X no toma, pero que me estiró la mano con los cigarrillos y la tiró para atrás cuando ya los iba a tomar, mientras me hablaba sobre uno de sus rollos, ése que tiene que ver con esos extranjeros que han llegado ahora último, con pinta medio de eslavos, las niñas que no sé qué se creen, todos me conocen en el café y no me quiso contestar al comienzo, y al final cuando iba saliendo había tratado de nuevo y le había contestado con un acento pesado que estaba muy apurada que la dejara pasar por favor, chiquitita y bien formadita, pero con un desplante casi napoleónico, muy de gente chica, como si lo fuera a atajar, lo único que quería era saludarla, porque me sentía bien y la encontraba diferente, eso era todo, pero esos recién llegados no sé qué se creen, y claro se olvida que aunque llegó hace tiempo él tampoco es de aquí, pero eso le pasa a muchos que llegan, que al cabo de un tiempo miran para abajo a los que recién llegan, a los somalíes que se paran en grupos en las esquinas, en los malles  y conversan, que no dejan pasar, que son muy gritones, como si ahora que están aquí quisieran pegarle una patada a la escalera, para evitar que otros suban a esta balsa, una de las pocas que quedan a flote en este mundo en que nos debatimos, aunque ya parece que está comenzando a hacer agua.

Pero esto no viene muy al caso. El otro día me perdí una reunión bastante empingorotada que hicieron en el Press Club de la ciudad, se estaba presentando una antología de lo que aquí se llaman los New Arrivals, gente llegada hace poco al país que relatan sus experiencias en esta nueva tierra de acogida, pero una persona que conozco, cuyo nombre no voy a revelar y que estaba presente, me dijo que una mujer que era la anfitriona oficial parece que le iba a conseguir un financiamiento para un libro que la susodicha quiere publicar, bastante bueno yo creo, me dijo que era una mujer bajita, de una tez bronceada, de edad imprecisable, cuya proveniencia étnica no pudo precisar, pero que tenía un magnetismo especial, ella misma se sintió atraída por ella y parece que le pasaba a otros, que prácticamente se le arremolinaban, tenía un acento muy curioso, como con una resonancia apagada, y parecía consciente de esa sensación que despertaba en la gente, ya que trataba de pasar desapercibida, de no llamar mucho la atención, aunque era obvio que tenía un papel bastante importante en esa ceremonia. Aunque la mujer que me contaba esto tiene una vasta experiencia en el contacto con lo que así se llaman las comunidades étnicas—alguna vez fue la presidente del Ottawa Carleton Immigrant Services, se me salió, no pudo situar su origen ni su acento. Pero yo me apresuré a decirle que eso no era nada. Yo he vivido en Montreal. Voy a Toronto con bastante frecuencia, y me ha tocado más de una vez encontrarme con gente que me cuesta bastante situar, en esas ciudades hay por lo menos decenas de comunidades étnicas, y varias veces me quedo pillo cuando me toca ver algunas mujeres mestizas bellísimas, de unas mezclas adivinadas, cuyos productos te quitan el aliento. Viva el multiculturalismo, aunque no le guste mucho incluso a algunos escritores étnicos de nota, como el señor Bisonda por ejemplo. Viva Vasconcelos, el pensador que alguna vez afirmó que la mezcla de razas y culturas que se daba en el continente americano iba alguna vez a constituir una nueva Raza Cósmica, aunque hay muchos que no le perdonan otros matices ideológicos al insigne mexicano.

Y yo también he visto a veces a esas mujeres chicas, la última vez en un lanzamiento de un libro curiosamente sobre la Isla de Pascua. Había varia gente bastante extraña, y una mujer con esas características, que desempeñó un papel prominente. Pero este tipo de elucubraciones siempre las hago esos días en la mañana temprano en que me dirijo a tomar desayuno en algún boliche, no muy a menudo, porque estoy en una edad en que los rollos en la cintura y la sombra amenazante del colesterol y los rollos en la cintura se agazapan detrás del horizonte, aunque (toco madera) hasta ahora no han aparecido signos de esas aflicciones. No hablemos de otros. Por temprano quiero decir a veces las seis de la mañana, ya que por el mismo factor anterior, la edad, aunque además por mi constitución nerviosa desde chico, duermo poco, me doy vueltas en la cama hasta que decido levantarme y salir.


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Ottawa, Ontario, Canada
Canadá desde 1975, se inicia en los 60 en el Grupo América y la Escuela de Santiago. Sus libros de poemas son El evasionista/the Escape Artist (Ottawa, 1981); La calle (Santiago, 1986); The Witch (Ottawa, 1986); Tánger (Santiago, 1990); Tangier (Ottawa, 1997); A vuelo de pájaro (Ottawa, 1998); Vitral con pájaros (Ottawa; 2002) Reflexión hacia el sur (Saskatoon, 2004) y Cronipoemas (Ottawa, 2010) En prosa, la novela De chácharas y largavistas, (Ottawa, 1993). Es autor de la antología Northern Cronopios, antología de narradores chilenos en Canadá, Canadá, 1993. Tiene prosa, poesía y crítica en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, Cuba, España y Polonia. En 2000 ganó el concurso de nouvelle de www.escritores.cl con El diario de Pancracio Fernández. Ha sido antologado por ejemplo en Cien microcuentos chilenos, de Juan Armando Epple; Latinocanadá, Hugo Hazelton; Poéticas de Chile. Chilean Poets. Gonzalo Contreras; The Changuing Faces of Chilean Poetry. A Translation of Avant Garde, Women’s, and Protest Poetry, de Sandra E.Aravena de Herron. Es uno de los editores de Split/Quotation – La cita trunca.

Instalación en la casa de Parra en Las Cruces

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Chile, 2005, Foto de Patricio Luco. Se pueden ver en esta "Biblioteca mínima indispensable" el Manual de Carreño, el Manifiesto Comunista y Mi Lucha

Chile, 2005

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Una foto con el vate Nicanor Parra, candidato al premio Nobel de Literatura