Saturday, July 4, 2009

Día de Canadá con harekrishnas



Siempre asisto al día nacional de Canadá, desde que llegué a Ottawa proveniente de Baton Rouge, Louisiana, por lo del Katrina, después de vivir casi treinta años ahí, prácticamente desde que salí de Chile en 1973, sin contar una fugaz estadía en Roma y otra en París. Aquí en la capital, este aniversario se celebra en la calle y en escenarios públicos el día primero de julio, a escasos tres días del día patrio de los Primos Grandes del Sur. En general, y en esto no soy el único, tiendo a saltarme los eventos centrales, es decir las presentaciones de los conjuntos musicales o artísticos canadienses conocidos de la ‘corriente principal’ que francamente no me gustan (a lo mejor cosa de la edad, la vejez, etc.) y me centro en los eventos más marginales: percusionistas improvisados de los más variados instrumentos, ortodoxos o no, saltimbamquis y predistigitadores, los infaltables músicos andinos que tocan muy bien y recolectan monedas sin cesar en sus anchos sombreros negros puestos sobre el pavimento, y que en esta ocasión se veían estorbados, como todos los intérpretes y el público más o menos cercano, por una rotunda banda de bronces diversos y muy marcial de los Falun Dafa y/o Falun Gong, como cien tipos y niñas con uniforme azul y formación y ademanes militares que hacían su cosa con absoluto desprecio del resto. ‘Fachos’, me dije, con un olfato que se ha hecho endémico entre muchos latinoamericanos y chilenos de mi edad, mientras rechazaba cortés pero firmemente un primoroso panfleto que me entregaba una chinita preciosa pero onda medio zombi, mientras reflexionaba que si bien a los comunistas chinos continentales parece que se les había dado vuelta el paraguas en forma completa y son a lo más un capitalismo de estado a quienes incluso el Canadá conservador podría dar lecciones de programas sociales, y los coreanos del norte una monarquía hereditaria con economía centralizada, sería mil veces peor que esas milicias de gestos milimétricos y de uniforme azul controlaran las vastas, ricas y populosas extensiones de la patria de Mao y Lao Tsé. Pero a lo que iba. Lo más interesante, vibrante y espontáneo se da en las márgenes de estas celebraciones, este año bastante disminuidas por haber caído un miércoles y la gente tiene que salir a trabajar al otro día, o por el incierto clima preñado de esa lluvia que en algún momento no pudo aguantar más, se bajó los churrines y nos meó bien meados, claro que por un rato nomás, o por la presencia implícita de los años de conservantismo que se dejan sentir agudamente en la atmósfera de la Ciudad Burocrática de Ottawa. O por el trabajo de zapa sostenido de una municipalidad regida por un señor con manejos dudosos pero en el fondo un hombre de negocios sumamente reaccionario. Me detuve admirado ante los break dancers, las agrupaciones de Hip Hop en frenética y fraternal competencia, los diversos acróbatas, y el espectáculo, que basta y sobra, de esa multitud multiétnica, y esa mutación temporal entonces del área del Parlamento y las manzanas colindantes, porque a veces se superponía un paraíso por el que circulaban ángeles de falda corta o larga de variados colores y formas, recuerdo un par de doncellas sin sostén, o brassieres, como se dice más elegantemente en el idioma de Descartes, Flaubert, Rimbaud y Baudelaire, pero con unas réplicas pintadas, de lo que uno sólo se daba cuenta cuando estaban muy cerca. Y a lo que iba. Los harakrisnas bailan y bailan repitiendo diversas combinaciones y recombinaciones de Hare Krishna Hare Krishna Krishna Krishna Hare Hare Hare Rama Hare Rama Rama Rama Hare Hare, y así ad infinitum. Plagados en los años sesenta y setenta de escándalos de todo tipo parece que ahora han recuperado cierto prestigio y levantan cabeza, se modernizan, los rostros sobre los amplios atuendos naranja de los monjes y aprendices varones no son tan estragados, niñas de indudable atractivo danzan girando en atuendos bastante variados y se ven más rostros hindúes en un culto que antes era más bien para jóvenes sajones. Todos los años me paso bastante rato escuchando y viendo a los haras, sintiendo cómo el corazón y el metabolismo todo se me sincopa al compás y ritmo de ese espectáculo marginal que junto a otros compensa los bodrios fomes anglo y franco que se despliegan en el escenario principal. Como este año la celebración coincide con el festival de jazz de la ciudad algunos grupos se presentan gratis al aire libre. Un extraordinario grupo de Australia incorpora instrumentos aborígenes de allá a su música y en un intermedio el intérprete portavoz expresa lo felices que están él y sus acompañantes de estar tocando aquí, en la ciudad de Québec, y luego se calla sorprendido por la hostil e inesperada reacción del público. Explica que han tocado como cincuenta veces en varias ciudades y pueblos, que disculpe el respetable, que es la primera vez que vienen a Canadá, y cuando reinician su música es un como borrón y cuenta nueva mientras la gente danza y se balancea, olvidando otra vez el mini problema del remoto (pero quién te dice en una de éstas) separatismo del Québec francófono, la leve tensión entre los anglos y los francos, que la mención de la capital del Quebec, la belle province, viene de ocasionar en Ottawa, la capital del país. Y más aún en este día en que, como pasa en el año nuevo, se abren las puertas de la moral anglófona protestante por un ratito y dejan salir un chorro o avalancha vital antes de volver a cerrarse después de la medianoche con las últimas reyertas de borrachos o pandillas (street gangs). Jorge que también anda por aquí con la Sharon me comenta que en verano, cuando él vivía en Montreal, todos los fines de semana de verano eran como carnavales y mira fijo hacia adelante, nostálgico. Yo aprovecho para ir baño del Arts Center aquí cerquita y veo a varios Hara Krishnas sentados y relajados a la sombrita, bebiendo tragos de botellas de agua mineral y pienso otra vez en que quizás sus éxitos de reclutamiento en estos últimos años se deban a esta disciplina un poquito más relajada.

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Ottawa, Ontario, Canada
Canadá desde 1975, se inicia en los 60 en el Grupo América y la Escuela de Santiago. Sus libros de poemas son El evasionista/the Escape Artist (Ottawa, 1981); La calle (Santiago, 1986); The Witch (Ottawa, 1986); Tánger (Santiago, 1990); Tangier (Ottawa, 1997); A vuelo de pájaro (Ottawa, 1998); Vitral con pájaros (Ottawa; 2002) Reflexión hacia el sur (Saskatoon, 2004) y Cronipoemas (Ottawa, 2010) En prosa, la novela De chácharas y largavistas, (Ottawa, 1993). Es autor de la antología Northern Cronopios, antología de narradores chilenos en Canadá, Canadá, 1993. Tiene prosa, poesía y crítica en Chile, Estados Unidos, Canadá, México, Cuba, España y Polonia. En 2000 ganó el concurso de nouvelle de www.escritores.cl con El diario de Pancracio Fernández. Ha sido antologado por ejemplo en Cien microcuentos chilenos, de Juan Armando Epple; Latinocanadá, Hugo Hazelton; Poéticas de Chile. Chilean Poets. Gonzalo Contreras; The Changuing Faces of Chilean Poetry. A Translation of Avant Garde, Women’s, and Protest Poetry, de Sandra E.Aravena de Herron. Es uno de los editores de Split/Quotation – La cita trunca.

Instalación en la casa de Parra en Las Cruces

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Chile, 2005, Foto de Patricio Luco. Se pueden ver en esta "Biblioteca mínima indispensable" el Manual de Carreño, el Manifiesto Comunista y Mi Lucha

Chile, 2005

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Una foto con el vate Nicanor Parra, candidato al premio Nobel de Literatura